Esta pieza pretende ser la unión entre lo bello y lo terrorífico. En la meditación, comúnmente los sonidos no son disonantes, son sonidos limpios, sin tensión, algo que normalmente se entendería como hermoso. Pero esta pieza quiere probar que cualquier cosa sirve para meditar, incluso el terror, ya que este te puede llevar a un momento de introspección. Hay diferentes teorías que tratan la intersección de estas palabras antípodas. Por más que haya mucho debate, es innegable que esta experiencia se hace visible desde el mundo clásico antiguo empezando con la tragedia, siguiendo con las teorías de la estética y belleza de Kant, con lo sublime, lo monstruoso, lo subversivo y hasta lo abyecto de Julia Kristeva. Por más que estas últimas teorías se inclinen más hacia el lado de lo repulsivo, lo terrorífico es igual de repelente. Ambas son emociones, sentidos básicos y primarios que el ser humano ha desarrollado para su propia supervivencia. Entonces, ¿por qué ahora este género nos parece tan atractivo? ¿Cómo es posible que este logre sensaciones y resultados positivos?

Alessandra Escribens Bacigalupo