Desde pequeñas nos enseñan a estar calladas, serenas, que lo que tengamos para decir sea algo acertado y complaciente. Más de una vez escuchamos que nuestro lugar es la cocina, que debemos tener la comida lista y que si no cumplimos con todos los mandatos somos malas mujeres, malas madres, malas hijas. Todas las manifestaciones de nuestra vida van acompañadas por el ruido. Es el ruido de la crisis de representación que esta demanda que no parece ser escuchada en la escena política. A partir de acá podemos decir que a veces el ruido es político. La cocina pasa a ser un lugar de protesta un lugar donde ya no considero estar por mandatos, la cocina al igual que los demás mandatos. Seremos malas niñas, mujeres, madres e hijas, pero nunca volveremos a ser musas.

Bren Gonzalez