La ciudad que se regocija en una eterna tranquilidad nocturna, como un vasto valle lleno de vegetación. Una tranquilidad orquestada por el canto de los grillos; una luna tan plena y el espectáculo de luces de colores a cargo de las luciérnagas policromáticas. Un lugar que parece habitado por nadie, que en realidad posee una paz tan bella que hasta sus residentes se esfuerzan por respetar su silencio, como asistentes a un recital magistral. Aquel que tropieza en su vida errante con Alnifayat está condenado a un constante suspiro durante su visita, o tal vez el resto de su vida, un suspiro de calma y melancolía.

Alnifayat - Rufino Mejía

A la ciudad antigua de Nochipa no se puede arribar ni por auto, avión o barco, sino por medio de las memorias, las historias y las leyendas.
Es una ciudad ancestral, tan ancestral como sus propios dioses; se dice que cuando uno escucha el sonido de la flauta, del dios del viento o del dios principal, es que ya has llegado a ella.
Es la ciudad de la naturaleza, de las aves, del bosque y de la lluvia que a su vez está sujeta a sus raíces y a su misma historia. No es una alegoría de aquella ciudad que alguna vez se llamó Tenochtitlán, sino que es recuerdo de sí mismo. 
El dios de la lluvia regresa a la vida aquellas voces al rozar sus gotas de la memoria, las voces que quedaron atrapadas en el tiempo. El dios de la guerra, a su vez, representado por el tambor; la lucha constante contra el presente en pro de que la ciudad prevalezca y sin embargo, ignora que la ciudad siempre será eterna.

Ciudad Antigua De Nochipa - Roberto Sares

La Ciudad de los recuerdos es un lugar mágico, lleno de ruinas y símbolos. En él se almacenan las memorias de las personas y de la naturaleza. Todo acontecimiento tiene su fotografía viviente. Aquel que la observa forma parte de la misma; son las ondas vibratorias del pasado las que esconden sus secretos.

Ciudad de los recuerdos - Iván Díaz

No sabe cómo, cuándo ni por dónde llegó. Explorando con la mirada tampoco alcanza a ver las dimensiones del espacio; desconoce la altura de los muros y el largo de sus pisos e incluso los techos parecen disolverse entre cortinas humeantes de nubes pesadas. Conforme avanza en el espacio se comienzan a apreciar los detalles más nítidos de los aletargados rastros que dejan sus habitantes, y en ese, el vaivén de las secuencias orgánicas se vislumbra un mecanicismo discreto, quizá de milenios o incluso de eras. En esa nebulosa de ambigüedad soñar es comprender, solo así es que se puede transitar por las praderas corales de espumas vertiginosas. Ángeles transfigurados alientan al viajero como huéspedes de su piel mientras máquinas inconcebibles transportan carga en todas direcciones. Temporalidades se unen en un solo instante y es ahí cuando la energía se concentra en un vacío etéreo sumamente pequeño e insignificante. En esta ciudad la transformación es una condición inefable adentrarse en la profundidad catártica del eterno retorno: ahí se extingue el ardor remanente del flujo continuo de las cosas.

Ciudad del eterno retorno - Tobías Álvarez

El viajero, ya cansado, entra a la ciudad, mas no puede percibir con claridad: sólo el canto de los pájaros se hace presente. Todo aquello se aglomera dentro de un caos; nada puede distinguir, nada puede sentir, todo parece difuso. Y ante este caos, todo es sumergido; sin darse cuenta, forman parte de éste. Las sirenas, los autos, los ruidos, las risas, el tráfico y las personas hablando: todo, infinidad de cosas. No sólo por fuera sino dentro del mismo. ¿Qué se puede hacer aquí? 
Y sin embargo, si uno comienza a observar cuidadosamente, se dará cuenta que comienza a ver aquello que pareciera difuso; comenzará a ver la ciudad y a la vez a sí mismo. Se descubre el orden en aquel desorden, la tranquilidad en ese tumultuoso conflicto. Así se sumerge uno en el presente siempre cambiante. Puede ver con mayor claridad; apreciar lo que rodea y la belleza que se encuentra mientras camina. Ahora comienza a ver la ciudad, aquélla que estaba escondida en el caos.

Ciudad escondida- Alan Díaz

Micro es diminuto, algo muy pequeño. Millonésima parte de algo, lo que existe en el entorno donde vivimos, nuestro día a día. Medida donde combinamos la cotidianidad en macro y donde entendemos lo micro como cada parte del ser, como cada parte del universo. Micro es encontrar respuestas a las preguntas, dividir cada sonido en su parte más simple: es encontrar, es adentrarse y explorar esa zona o esos lugares de los cuales estamos sumergidos. Dividir cada parte que te rodea en su máxima capacidad es encontrar la esencia de ese algo, partícula elemental de la cual parte todo: partícula elemental de la cual se sostiene todo.

Micro ciudad - Carlos Patoni

En un bosque nuboso en el Estado de Oaxaca y a una altitud promedio de 1,300 metros, se encuentra el pueblo de San Pedro Sochiapam. Consta de dos barrios: San Pedro y Santa Ana. Ambos con una historia propia, sin embargo el español no se oye en las calles ni en las juntas comunitarias. Solamente se escucha cuando hay visitantes para mostrarles cortesía. Los habitantes de este pueblo tienen una habilidad curiosa, la de comunicarse a través de silbidos, aún a distancias muy largas.
A las bodas, los XV años, los bautizos, es común que todo el pueblo acuda, las fiestas son muy alegres y quien quiera puede asistir. Sólo unas cuantas mujeres ancianas todavía fabrican las bellas vestiduras tradicionales, las cuales se tejen en un telar de cintura de diseño precolombino. El sonido de la ciudad es muy peculiar: entre los niños que juegan y la gente que trabaja, entre los chiflidos y la neblina. San Pedro Sochiapam es una ciudad única y fascinante.

San Pedro Sochiapam - Adrián Mercado

Es a quien con oídos atentos se dispone a escuchar el pasar del tiempo que la lluvia, velo cristalino protector de esta ciudad, como telón se levanta abriendo camino a sonidos comúnmente ignorados que guardan dentro de sí, un misterio a la espera de ser descubiertos. Y esto es porque aquí se aprende, al guardar silencio la naturaleza de nuestra vida, que en búsqueda de un lugar dónde subsistir, nos lleva a seguir el fluir del agua y al lado de ella establecer nuestro refugio, nuestra ciudad y nuestras costumbres. Por ello, quien llegue a la ciudad de Quiyachtli, podrá encontrar el más vivo contraste de colores, que como resultado de la naturaleza gregaria y el amigable comportamiento de sus habitantes, invita al viajero curioso a sentir el calor del comercio lugareño.

Quiyachtli - Rodrigo Rojas

Urbe - Saulo León

Las ciudades inaudibles constituyen un proyecto de paisaje sonoro imaginario, onírico y  colaborativo, en el que nueve compositores nos proponen ciudades en las que se escuchan destellos de un mundo alternativo. 

Basados en los famosos relatos de Italo Calvino, las ciudades inaudibles nos invitan a percibir las pequeñas sonoridades que se filtran por nuestras urbes, ayudándonos a recordar que cada calle esquina, cada calle que recorremos alberga entre sus grietas resonancias de nuestros sueños.

Este proyecto fue realizado en el Laboratorio de Informática Musical y Música Electroacústica (LIMME) de la UNAM, dentro del seminario de Música electroacústica del profesor Jorge David García, generación 2019.

Las ciudades inaudibles

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