“Her First Love” is a song I wrote to remind every woman that the first person she’s meant to fall in love with… is herself.

It’s not about ego—it’s about recognition. About seeing your own strength, your light, your weird and wonderful magic, and learning to choose it. Again and again.

I wanted the song to feel joyful, like a celebration—but also powerful, like a quiet revolution. It’s for the moments when you stop doubting and start dancing. When you wear your story like armor and your dreams like wings.

Because the world can tell you a million times who you should be. But this song? This one tells you to become who you already are—unapologetically.

That’s what “Her First Love” is to me.
I hope it reminds someone out there just how whole they’ve always been.

Her first love

I wrote this song to remember what my first love made me — not just how it felt to love her, but who I became because of it. It's about the kind of love that changes you quietly, completely. I didn’t write this to mourn what ended, but to celebrate what stayed: the patience I learned, the way I see the world now, the better version of me that only existed because she was part of my life. 

If you’ve ever loved someone in a way that made you love yourself a little more too… this song is for you.

What love made me

“Nuestro nombre” es una canción que escribí sobre la herencia que nos habita, esa que no se mide en bienes sino en fuego, en risa, en raíces invisibles.

Musicalmente quise que sonara como lo que cuenta: una celebración de lo que permanece. Por eso está marcada por ritmos vivos y la fuerza de instrumentos andinos, que hacen de cada verso un latido, un eco de la persona que inspiró la canción, mi papá.

Es una canción de memoria, pero también de futuro. Canta a quien convirtió lo simple en fiesta, a quien dejó su música viva en el silencio, y al mismo tiempo siembra la certeza de que un nombre florece otra vez cuando lo decimos con amor.

Eso es “Nuestro nombre” para mí.

Ojalá le recuerde a alguien allá afuera que las raíces no se marchitan: se transforman en ramas nuevas.

Nuestro nombre

“El viento sabe” es una plegaria hecha susurro. Habla de la espera como un acto casi imposible, de aferrarse a un amor que fue tan luminoso que todavía tiembla en la memoria. Es la voz de alguien que confía en que el viento pueda llevarlo hasta el alma que una vez lo llamó suyo, aunque tal vez nunca regrese, aunque quizás ya no quiera volver.

En sus versos conviven la ternura y el delirio: la certeza de lo vivido, y la obstinación de esperar lo que ya no está. No es un lamento, sino un homenaje a la huella que quedó, a las raíces invisibles que siguen sosteniendo la esperanza.

Para quien alguna vez se quedó esperando… sabiendo, en el fondo, que esa espera era un imposible.

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