La calle es una selva de cemento

Mañana
A las 7AM los gritos, pitos y pregones le dan comienzo al día laboral cuando Marleny recoge sus productos, se encomienda  a la virgen y emprende camino en ese rústico paisaje de ladrillo y cemento. Mientras se abre paso entre la gente  recuerda cuando tenía 22 años, la falta de oportunidades académicas la obligaron a comenzar una temprana vida laboral en las calles de la ciudad. 

La ilegalidad fue la primera en abrirle las puertas, entre CD's de música y películas piratas Marleny consiguió subsistir por un tiempo hasta que la policía comenzó una fuerte labor en contra de este negocio. Muchas veces entre lágrimas fue testigo de cómo destrozaban su mercancía y sin poder hacer nada salía corriendo para no amanecer detenida en cualquier CAI.

El conseguir dinero sea hacía cada vez más complicado, por eso los recorridos diarios de esta mujer iban desde Carabobo, Palacé, Maturín, Parque Berrio y Parque Bolívar. De tanto caminar las atestadas calles del centro de Medellín una tarde encontró a Carlos, la diferencia de edad no fue obstáculo para que ambos tomaran la decisión de emprender un camino juntos y luchar por construir una familia.

Con el ánimo de querer hacer las cosas correctamente para no seguir huyendo a Espacio Público o a la policía, Marleny y Carlos buscaron todas las formas posibles de poder obtener un permiso para montar una “chasita” o un local, sin embargo no lo consiguieron, según ella eso “es como ganarse la lotería, es muy difícil, uno necesita tener rosca”. Al ver que no contaban con apoyo por parte de la Alcaldía de la ciudad, la ilegalidad y la informalidad hicieron parte de su diario vivir. Jabones, juguetes, accesorios y demás productos que estuvieran de moda o fueran de uso diario, se convirtieron en el sustento de la familia.

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Tarde
Hoy es un día pesado, la gente camina, corre, los carros se atraviesan y la bulla del lugar se torna insoportable para los que no lo frecuentan, pero no para Marleny. Con el sudor bajando por su frente y sus piernas cansadas Marleny se esfuerza por acabar el día bien y sabe que su esfuerzo se verá recompensado en pocas horas cuando se reúna con su familia. No solo reza para que pueda vender lo que le queda, también su preocupación incluye el miedo a que le roben sus productos. Para ella es habitual presenciar robos no solo a los transeúntes, sino también a los vendedores, si se descuida corre el riesgo de que alguien se lleve su mercancía como los habitantes de calle que están en el sector.

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Finalmente son las seis de la tarde mientras Marleny observa y agradece cómo el sol cae, si bien las largas jornadas con el sofocante clima la aporrean, es preferible ante el frío que en reiteradas ocasiones la ha enfermado y que espanta los clientes y la hace regresar a casa sin comida.

Noche
Después de un pesado día es hora de regresar al hogar. Marleny recoge sus artículos y, a pesar de no haber vendido todo, consiguió lo suficiente para cenar con su familia. Luis Miguel y Carlos ya están en casa, entre todos ayudan a preparar la comida y se sientan en la mesa a disfrutarlos y hablar de sus días no sin antes agradecer a Dios.

Es tarde, Marleny se coloca la pijama, le da un beso y las buenas noches  a su hijo, coloca el despertador a las seis de la mañana y se mete entre las cobijas al lado de Carlos. Se sumerge en un sueño profundo casi al primer contacto con la almohada disfrutando su tan anhelado momento de descanso consciente de que mañana, como un Deja Vú, comenzará un nuevo día de arduo trabajo.

Si quieres conocer otras historias como la de Marleny, puedes encontrar más en http://losinformalesdelcentro.wordpress.com

Por: Manuela Lozano Ángel y Juliana Correa Botero


Marleny Parra

Lustrador de zapatos de Plaza Botero desplazado del municipio de Tarazá.

Luis Castro

Historia de Marleny Parra, vendedora ambulante del Pasaje Comercial Carabobo.

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