En un futuro distópico, la naturaleza se ha restaurado tras algún tipo de tragedia. Los animales supervivientes han adquirido una conciencia superior. Algunos primates, (un último caldo biológico antes de la hecatombe, apodados taxonómicamente como “Pan Watabi”) incluso toman conciencia del pasado y de los desastres del ser humano. Sin embargo la naturaleza ha dado una oportunidad y de alguna manera a engullido la toxicidad y luce bella.

Sin embargo no todo el ser humano se ha extinguido. Como las cucarachas supervivientes, estos, se agrupan durante milenios, readquiriendo la cultura anterior pero y mezclando mitos antiguos, tótems y pirámides. Mantienen una obsesión adquirida años atrás e instaurada por las tecnologías mal utilizadas y que cambiaró la configuración mental del hombre.
Estos se llaman a ellos mismos “Ometas” u “Homo Meta”. Término por el que el hombre siempre es un lobo para el hombre y no tarda en surgir una toxicidad entre la población humana que no puede evitar ser destructiva.

La terrible torre gigantesca construida industrialmente, apodada Matermekhanikos. Es la señal inequívoca de que hombres vuelven, enloquecidos por la mezcla cultural, obsesiones, desenterramiento de tecnología que no controlan, como un niño que ha descubierto el revolver de su padre en un cajón. Su principal arquitecto, el comandante Aristides Metallon y la agrupación “Mithocientifica” (Un batiburrillo de ciencia y mitología urbana nacida en la era de la información) llamada Metamagnos, cuya principal mente pensante/científico es Vladimir Americo.
Todo desencadena alguna hecatombe que hace estallar todo por los aires de manera masiva.

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Sin embargo la naturaleza una vez más y contra todo pronóstico, sin que el hombre lo merezca, queda diseminada espacialmente en forma de pequeñas agrupaciones de vida que se dispersan aquí y allá, donde caen, rebrotan de vida fresca.

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