El 2 de diciembre de 2017, en medio de un toque de queda impuesto por el gobierno de Juan Orlando Hernández (JOH), los ciudadanos de Tegucigalpa dejaron de temer a las fuerzas militares y, en acatamiento a la orden de no salir de sus casas, en sus mismos barrios usaron cacerolas, pitos, trompetas, cornetas, claxons de sus vehículos, reventaron cohetes, pusieron sus equipos de sonido a todo volumen y gritaron durante horas "Fuera JOH", en protesta por la intención del actual presidente en reelegirse -en contra de la Constitución hondureña- y por la completa falta de credibilidad que tiene el Tribunal Electoral, que contó ya sexto día sin dar un resultado de la elección presidencial. Honduras no estaba muerta. Solo estaba dormida.

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