I. Caminando entre musgo y sauces, esquivando ramas que caen como interminables lamentos. Se vislumbra una luz. Andar hacia su destello, el corazón galopa. Cada vez más cerca, a cada paso la lobredad de la noche se va degradando un poco más… Sonidos de voces, ruidos lejanos indefinibles, misterio en la piel.  Extender los  pasos agitados, apresurar la curiosidad, alcanzar el origen de esa luz… Carpas, gente caminando inmutable, inalterables…

II. Persistir el avance hasta mezclarse con los habitantes de este desconocido mundo. Ninguna mirada repara en nosotros, sin embargo, su mirada pareciera delatar una sonrisa de inclasificable encanto.  Nos invade una sensación de mareo, sentirnos  flotar, desprenderse…  El ambiente se torna denso pero aun así, navegable. De pronto logramos enfocar una luz, un alguien…  Ahí!  Un hombre brillante nos observa, sonríe, extiende la mano enguantada en metal,  su índice nos invita a acercarnos… Accedemos, hipnotizados por los reflejos de la noche sobre su vestimenta de aluminio. Al acercamos, un batir de tambores comienza a retumbar, cada vez más profundo, pareciera como si un espectáculo  estuviera  por comenzar….

III. No hay palabras, solo miradas. Y el hombre de reflejos nos invita a pasar por una puerta de madera roída y desgastada. Creí escuchar en mi mente su voz: “sentir el batir para avanzar”.  Nuestro cuerpo sigue andando hasta un cuarto tapizado de espejos, podría ser una casa entera, un país, un lugar sin fin. Avanzamos de manos enlazadas, es confuso pero a la voz incitante. Reflejos de formas, de “algos", de lo que se supone, somos nosotros. Avanzamos inmersos en el eco de los tambores, en el reflejo de su sonido en los espejos, nos dejamos guiar, nos hace danzar, nos hace olvidar, de pronto comenzamos a reír extasiados.  El latir del tambor se percibe cada vez más lejano, los reflejos cada vez se parecen más a la versión convencional de nosotros mismo. Sabemos que es el final de este recorrido, de manos apretadas  y de respiración entrecortada, intercambiamos miradas, tocamos nuestro reflejo como una necesidad de saber realidad. El último espejo se desliza, es una puerta de salida...

IV. Un pequeño túnel parece guiarnos hacia nuestro próximo destino.  Inferimos que es una arena de acrobacias. Mantas, sogas, telas que cuelgan de la noche, no sabemos si es una ilusión, no sabemos si las herramientas de los acróbatas penden de estrellas. Danzan, la noche cobija y armoniza, su negrura pincelada con destellos estelares alberga esta arena de vuelo. Armonías colgantes, cada equilibrista es una propia melodía, saltimbanquis  en la duela marcan su ritmo en huellas que transforman constantemente el  aserrín. Y los espectadores no paramos de danzar, no sabemos si nos movemos en las gradas, o si nuestro desenfrenado baile es solo mental. De pronto advertimos  que los protagonistas han ido desapareciendo entre danzas. Quizá se han transmutado en estrellas. Repentinamente en el centro de la arena, dos seres en reverencia nos invitan a bajar. Parecieran alebrijes, agilidad de jaguares, nobleza y fuerza de elefantes, colores y texturas alucinantes.

V. Comienza un recorrido vertiginoso en sensación, pero en los ojos todo parece flotar.  Galopar por  un vasto jardín cubierto de plantas con hojas como afiladas navajas, algunas parecen de plata, otras de  oro, unas más de cobre. Generan luminosas aleaciones, líneas de luz que atraviesan el espacio, como intangibles telarañas. Notamos que nos elevamos, el vértigo aumenta, el jardín se torna difuso. Los alebrijes comienzan el descenso, tras espirales maniobras se detienen y nos invitan a desmontar. Una enredadera de hojas de esmeraldas crea una apertura circular. Una  prolongada circunferencia rosa que florece del tejido esmeralda parece ser la continuación de nuestro camino.  Un susurro de rocío nos murmura al oído: ‘Caer para avanzar’. Intuimos que un movimiento más de esta sinfonía está por iniciar. Arrojarse, una trepidante caída rosa nos precipita sobre enormes y acolchadas hojas de lirios, estamos en un estanque…

VI. Pasamos una fugaz resaca de aturdimiento, abrir y cerrar los ojos, explorar con las manos la afelpada y húmeda superficie de nuestro asiento flotante. Escrutando el entorno, observamos una bóveda de cielo matinal que cubre el estanque, voluptuosa flora acuática nos cobija. En el centro del estanque, una nueva especie de alebrijes inicia un ballet, seres con una mezcla de movimientos que emulan los saltos de las ranas y posturas que asemejan  la elegancia de los flamencos. Forman círculos perfectos  con embelesante armonía, giran y se desplazan entre lirios y nenúfares. Toda la escena es de singular burda belleza. Mientras esto sucede, nuestro asiento flotante navega alrededor del estanque, estamos avanzando hacia  la orilla contraria. La vegetación va cambiando de tonalidad y de textura. Se torna amarilla, árida. Se percibe fuego, una sensación de calor comienza a recorrernos...

There are two ways to listen this mix, with your own fantasies or... a guide listening throug the next chapters:

 I.  00:01 - Holding Hands Through the Forest.
II.  06:13 - The Circus and the Tin Man.
III. 07:56 - The Mirrors House.
IV.  12:24 - The Air Dancing Acrobats.
V.   22:16 - The Metals Leaves Garden
VI. 29.20 - The Flamingo Legged Frogs ballet.
VII. 38:40 - The Dancers with the Fire Boleas.
VIII.43:24 - The Atari Enduro Bumper Cars Race.
IX.
X.

To be continued...

Mixtale

The Third Chapter of the:

Original https://soundcloud.com/blakanwight sound diaries...



Sound Knitting...

> tejido sonoro > engarce de letras > ecualización de imágenes > Blakanwight.

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