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Berlin-based composer — mining the edges of electronic, classical and ambient music.

Diana en la diana

“Mi voz buscaba el viento para tocar su oído”, el viento de Neruda como vehículo en su enamorado poema 20. A Diana sólo le hacía falta ese viento para dar en la diana. Su voz buscando un viento favorable para tocarnos los oídos del corazón. De feria en feria, como cada niña del Sur que se entrega a la Copla para vivir en los escenarios, revoloteó el dragón que duerme en su garganta, inasequible al desaliento. Hasta que llegó el viento y voló alto, el cuidadísimo viento de su primer disco de verdad, ‘No te olvides de mí’, y todo lo que ese viento se llevó y trajo consigo. En ese primer trabajo discográfico, una sola canción, ‘Sola’, bastó para acompañar a la joven Navarro de leales hasta la muerte, un primer sencillo que lo complicó todo felizmente. Corría el año 2005. Esas primeras canciones se habían cocido a fuego lento, durante tres, cuatro años antes. De eso hace una década. Yo anduve expectante, como un fan que esperaba redescubrir pulido su poderoso talento, ya aplaudido en estado salvaje en Málaga. Esperé agazapado para morder las primeras migajas de un producto que matizaba su poderío vocal diluyéndolo en el viento, con unos violines que atemperaban sus agudos más folclóricos, con el ritmo de una percusión electrónica que envolvía de fría fluorescencia sus ayes y sus ardientes requiebros interminables, con elegantes ecos étnicos y mucha música para una artista que era ya pura música, con mucho estudio para una esponja que quería absorber todo el conocimiento del mundo.

El terreno ya estaba abonado para que le brotaran ‘24 rosas’, su segundo disco, algunas de cuyas canciones también están aquí. Para entonces Diana Navarro se había encontrado con un público que no conocía, que la esperaba fuera de la cálida placenta mediterránea de su barrio de clase trabajadora en Málaga y del acogimiento de su gente. Diana volvía a algunas ferias a cantar, pero ya no a los pequeños escenarios de casetas y peñas, sino a esos auditorios donde ella había visto actuar a los grandes y a los artistas del momento, que no siempre son grandes. Diana preciosa y azul en esas fotos que se elaboran con mimo para la promoción del artista. Diana ante el peligro de la libertad –como reza en el escudo de su tierra-, armada con su imagen nueva y el dardo de unas canciones hechas para ella, y cada vez más por ella. Una Diana que se asomaba al escenario sola y cantaba Sola, y entonces el público, aún sin moverse de sus sitios, la acompañaba para siempre. No era fácil olvidarse de aquella muchacha que había enganchado una o dos o tres canciones en las listas de éxitos, algo tan complicado en un tiempo en que la industria musical está en profunda transformación, enfrentada al reto de reinventarse y empleándose a fondo en editar productos, por ejemplo, tan elaborados y completos como éste, La Esencia, que Warner me permite prologar sin límite ni cortapisa, escribiendo esto que sé que tampoco parece un prólogo.

Ya en sazón, Diana Navarro rinde homenaje a la copla que la vio nacer como artista en ‘Camino Verde’, su tercer trabajo discográfico. Y volvería a homenajear otro género en el cuarto, el que más respeto le produce: ‘Flamenco’. Diana venera ese antiguo misterio que convierte en música el quejío andaluz, el Flamenco, al fin reconocido Patrimonio Cultural inmaterial de la Humanidad. Y un último homenaje, ‘Género Chica’, a la Zarzuela, el otro género que la tradición identifica con lo español, el quinto capítulo de la discografía de una Diana Navarro cada vez más en su sitio y que ya se atreve con todo. Estos trabajos también están presentes en esta Esencia.

Todos son la prueba de que Diana se entrega y demuestran su aventura arriesgada en el mundo de la música, siempre desde el respeto reverente a quienes lo hicieron antes que ella (Marifé en la copla, La Niña de la Puebla o Caracol en el flamenco, su admirada María Callas en la ópera, o Teresa Berganza desde que Diana ha descubierto la lírica española y la zarzuela) Por eso también Diana está grande en el ‘género chico’, como se ha denominado a esa ópera popular española que data del siglo XVII y se representaba en aquel teatro madrileño rodeado de zarzas al que se llamó Palacio de la Zarzuela.

Cuando escribo esto Diana anda de gira por los escenarios de España acompañada de la Orquesta Sinfónica del Aljarafe. Un reto nuevo. Más viento para sus alas. Diana vuela, grande y alto, en cada uno de sus conciertos, con alas sinfónicas, con el equipaje de sus ya cinco trabajos discográficos, y el bagaje de todo lo que le ha sucedido en la vida en estos diez años.

Yo la he visto crecer como profesional, como persona, y como mujer ¡mujer! Aunque sé que su metamorfosis aún no ha terminado. De ello da pistas, insisto, esta compilación. ‘La Esencia’ es la afortunada prueba de cargo de lo que cuento. Aquí dentro está la Diana muchacha, la Navarro que crece, la que canta en inglés ‘Summertime’ y ‘Moonriver’, y en italiano el ‘Ancora qui’ que compuso Morricone para la película de Tarantino, Django desencadenado; aquí está la cantante que se ha hecho actriz y la actriz que canta la canción de la película mediometraje de la que ha sido protagonista, Yocasta.

Diana Navarro vuela alto y, como alas al viento, nos invita a que disfrutemos de su abrazo de vida y música, que para ella son la misma cosa. Diana nos abraza con su voz como sólo ella, Sola, sabe abrazar. Es fácil dejarse…

Domi del Postigo 

© Diana Navarro LA ESENCIA 2013

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