Un puñetazo en el estómago que te deja sin respiración o un golpe en la cabeza que te hace ver las estrellas, son sensaciones que no puedes olvidar. De esa extraña sensación va la cosa de Cabezazo, proyecto que a base de sintes modulares, plugins de ordenador y cacharros varios entiende la música como una mezcla de sensaciones y no como una cadena de composiciones predecibles que encajan en uno u otro estilo. Va de improvisación y de espontaneidad, de sacar las cosas a la primera toma pero cuidando los detalles, de crear una experiencia en directo con una filosofía diferente, sin más pretensión que la de hacer cosas. Como un golpe fuerte en la cabeza que casi te hace perder el conocimiento.

El malagueño Armando Gil es Cabezazo, un seudónimo tras el cual puede esconderse y asumir menos protagonismo en un proyecto tan personal. Tras más de 10 siendo la mitad de Hungry Butterfly, comienza a dar forma a esta nueva andadura en solitario, con la que simplemente pretende dar salida a material que parecía sentenciado a morir en un disco duro. En 2017 lanza ‘Sintonías modulares’ como punto de partida para, tres años más tarde, presentar su primer Ep ‘CBZZ-01’, gracias al cual consigue colarse  en el Top 2020 del colectivo madrileño  Autoplacer.

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