Severed

Step into the storm once more — the candlelight flickers, the cradle sways, and the Mansion breathes again.
Abigail’s Curse is The Black Cross’s most haunting creation yet — a full-length gothic horror metal opera paying tribute to the legendary King Diamond.

Across twelve interconnected chapters, the album resurrects the tale of Abigail la Fey — her bloodline, her damnation, and the eternal echo of her rebirth. Each song unfolds like a cinematic nightmare: ghostly choirs, thunderous organs, and twin guitar harmonies blaze through a cursed house that refuses to die.

Michael’s voice channels the spirit of King Diamond himself — dramatic, tortured, and unholy — while Lilith’s ethereal presence weaves beauty through the darkness, her final song “Eternal Return” closing the saga in tragic grace.
From the galloping fury of “The Seven Horsemen” to the ritualistic lament of “The Feast of Shadows” and the apocalyptic exorcism “The Final Rite,” this is not just an album — it’s a séance.

Recorded under candlelight and shadow, Abigail’s Curse stands as both homage and resurrection — a gothic metal opera where death is reborn, faith burns, and the curse… never ends.

🩸 “Through blood we fade, through sin we begin — forever we fall, forever we return.”

Abigail’s Cradle

🇪🇸 Letra:
Del ruido nace mi pensamiento,
de la sombra, finalmente dirección.
He estado donde estás ahora,
escucha el eco de lo que aprendí.

No era el mundo el que me quebraba,
era mi juicio sobre el mundo.
Creía que debía controlarlo todo,
que si fracasaba, yo era el fracaso.
Las cosas suceden — eso es todo lo que son.
Pero yo les daba poder, les daba significado.
Yo construía mi propio sufrimiento,
y después culpaba a la tormenta.

No son las cosas las que hieren,
es lo que creemos de ellas.
Y eso… eso sí está en nuestras manos.

Ecos de la razón, lo que aprendí en el abismo:
que no controlo el mundo, pero sí controlo mi respuesta.
No puedo evitar la tormenta, pero sí cómo la enfrento.
Eso es libertad — la única que existe.

Vi a otros correr ciegos hacia sus miedos,
construyendo cadenas que después juraban que les ponían otros.
“El sistema me atrapa,” gritaban,
mientras rechazaban cada puerta abierta.
Yo era igual. Creía que era una víctima del mundo.
Pero nadie me obligaba a creer sus mentiras,
nadie me obligaba a sacrificar mi paz.
Solo yo lo hacía.

Lo que está en mi control:
mi juicio, mi esfuerzo, mis deseos, mis aversiones.
Todo lo demás es solo… aire.
Y gastaba mi vida peleando con aire.

Ecos de la razón, ahora veo la verdad:
que soy libre, pero de formas que no esperaba.
No libre del dolor — libre de culparme por el dolor.
No libre del miedo — libre de ser miedo.

Si estás donde yo estaba — gritando contra muros,
creyendo que si sufres lo suficiente, algo cambiará…
Aquí está lo que desearía que alguien me dijera entonces:
No puedes controlar la tormenta.
Pero puedes controlar si la dejas destruir quién eres.
Y esa diferencia — esa pequeña diferencia —
es donde vive toda la libertad que necesitas.

Ahora el silencio me enseña algo que los gritos nunca pudieron:
que la virtud no es ganar.
Que la libertad es elegir tu respuesta, no tu circunstancia.
Y que eso es más que suficiente.
¿Y si todo lo que necesito ya estaba dentro?
¿Y si solté la batalla cuando finalmente pude verla?

Ecos de la razón, estos son los ecos de mi caída:
que el mundo seguirá siendo lo que es,
pero tú puedes ser libre de ello.
No escapando — permaneciendo. Observando. Eligiendo.

El sabio no evita el sufrimiento,
lo enfrenta sin dejar que lo defina.
El sabio no huye de la responsabilidad,
sabe exactamente cuál es la suya y cuál no.
Y eso — eso es todo lo que te salva.
No el cambio de circunstancias.
No la validación de otros.
Solo esta pequeña, incómoda, absoluta libertad.

Lo que está en tu control — protégelo como oro.
Lo que no está — suéltalo como veneno.
Y en esa distinción… encontrarás paz.

Ecos de la razón, mi herencia de la caída:
que somos más libres de lo que creemos,
y esa libertad comienza cuando dejamos de luchar.
Faros que no combaten la tormenta — que simplemente brillan en ella.

En el silencio, encontré el centro.
No del mundo — en mí.
Y desde allí, finalmente pude ver:
que ya siempre estuve libre.
Solo necesitaba aprender a reconocerlo.

🇬🇧 Essence:
The philosophical closure of the journey.
A meditation on inner freedom and personal responsibility, inspired by the Stoic wisdom of Epictetus and Marcus Aurelius.
The protagonist no longer seeks to control the world — only her own response to it.
True emancipation begins with that distinction.

Track 13

Dry Kill Logic