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Desembocaduras (2008) by Bryan Holmes

Si fuéramos capaces de vincular todo lo que escucháramos, alejándonos del realismo sonoro –su causalidad- en dirección a una apreciación musical de nuestro entorno, posiblemente estaríamos aproximándonos a la premisa enunciada por los futuristas de principios del S. XX.
En tal sentido, la obra explora la figuración de un panóptico acústico que se desarrolla sobre una trayectoria deambulatoria, y a través de ella, las múltiples conexiones semánticas que el oyente pudiera realizar una vez inmerso en estos entornos. Algunos de ellos inconfundibles, otros difusos, y los restantes, a lo sumo, imaginados.

Recursos técnicos
Se realizaron capturas sonoras de multiples entornos ambientales. A posteriori no se ultizó ningun tipo de procesamiento & transformación sobre las muestras de audio. La combinación de reverberaciones propias de cada registro fue un factor determinante. Las grabaciones estereos fueron realizadas con un microfono portatil ZOOM H4n a 24bit y 96kHz. 
Se mezcló para Surround 5.0, en un multipista Soundtrack Pro 3.0, sobre una plataforma MacBook Core 2 Duo 2.16 GHz y monitores Yamaha NS 10.

Omnipraesentia (2010)

“Os corazós dos homes que ao lonxe espreitan, feitos están tamén de pedra. I eu, morrendo nesta longa noite de pedra.”  Celso Emilio Ferreiro.
"Los corazones de los hombres que en la lejanía acechan, hechos están también de piedra. Y yo, muriendo en esta larga noche de piedra." Celso Emilio Ferreiro. 


Et potestas tenebrarum

El silencio dialéctico no es simplemente ausencia de sonido o vacío de resonancias vitales, se manifiesta como un desgarramiento de los sentimientos, como insensibilidad y como inconsciente estupidez. Es la ontología de lo intrascendente y lo efímero, pero el alma que puede percibirla se sorprende ante su falta de misericordia. Pues cuando la implacable     presencia del abismo se escucha de improviso, el asombro nos invade, y parece inverosímil que pueda carecer totalmente de contenido, sentimientos y clarividencia.
La ignorancia es el precio de la estabilidad emocional, pues quien no se involucra con el dolor del mundo, no necesita asumir una posición ética frente a la realidad, y agoniza lentamente sumido en las sombras del agotamiento vital al que inevitablemente nos somete el tiempo. Otros no pueden evitar que su ser se radicalice, aunque esto propicie los extremos del dolor y del éxtasis existencial.
Freud se equivocaba profundamente cuando afirmaba que los artistas son seres que buscan en la creación un alivio a su imposibilidad de acceder al poder y a los placeres que emanan de su vanidad. Cualquier artista posee libre albedrío para controlar el mundo, simplemente no puede ignorar sus tragedias, para asumir una posición fácil, y a fin de cuentas tampoco le interesan los efímeros y fríos límites a los que la materialidad somete a los que por falta de inteligencia se le someten.
Esta claro que la psicología no conoce las claves para entender lo que es el arte, el cual comenzó su evolución con la aparición misma de la conciencia humana, son ridículos y patéticos los esfuerzos de Freud por clasificar algo tan complejo como la ontología de un artista.
El creador busca en la ferocidad de su sonido alertar sobre el porvenir, ¿lo hace porque es una especie de impotente incapaz de acceder a las primitivas escalas sociales de su tiempo? O porque es una especie de débil mental al que le falta inteligencia para controlar la vanidad humana.
Pero cuando la obra finalmente se revela, no queda otra opción que clasificarla, tratar de controlarla y así Van Gogh se convierte en Loco o Bach en un hiperracionalista. Curiosamente Bach es el compositor más utilizado en las películas actuales cuando se quiere resaltar un momento de emociones intensas, pero ¿en que quedamos? ¿no era un compositor frío, racional y matemático? Se falsifica la realidad desde una argumentación enclenque, que debe ser creída y aceptada como precio de un estatus que da la seguridad de la opinión populi.

Hacia las sombras caminan las conciencias que duermen, ahogadas por primitivas voces, confundiendo la realidad con los instintos básicos que el poder les impulsa a satisfacer tras pagar su precio, su existencia se resume a un espacio carente de dilemas, en el que sobra el dolor que no me atañe, pues su insistencia propicia la locura y el extravío de superyo, punto estático de seguridad sin el que quedas huérfano o eres desterrado de tu puesto en la manada. Te quedas sin tu ración de maná, y aunque los chillidos del mundo les rompan los tímpanos no pueden admitir que los escuchan, por miedo, ignorancia o simplemente por pura maldad.

Escucho los rugidos del mar como un tema que contiene el poder de expresar ciertos estados de ánimo, como fragmentos fonéticos de un discurso, los sonidos con los que nos identificamos resuenan en nosotros pues somos propicios a su esencia y por otro lado somos un recinto donde tienden a amplificarse. Esta identificación define los cauces por donde discurre nuestro sonido, el tiempo y la historia que nos toca transitar.
A pesar de la presencia del abismo de la muerte, el creador da vida a un sonido que es semejante a su alma, podría decirse que el sonido es su alma.

En el recinto del silencio el caos arremolina su impredecible poder descomponedor, y se manifiesta en sus adoradores quienes desean volver a ser niños, desean vivir narcotizados en el juego tecnológico, que basa su seducción como todo juego en el azar . Este hecho presente en la mayor parte del arte contemporáneo pretende enviarnos a la infancia, a través de una interacción con lo fácil, un divertimento visual, demagógico y carente de todo reto reflexivo, para así evitar que el dolor del mundo nos sea revelado, y satisfacer los intereses de los políticos que intentan que el arte divierta a la masa con trucos de magia tecnológicos, carentes de una estética crítica, en conclusión, pan y circo . Pero quienes por falta de inteligencia caen en ese vórtice estéril deja de percibir la realidad y su responsabilidad ética frente a la sociedad, y son condenados a dirigir sus ojos hacia la nada 

El gran engaño no es más que una acumulación de siglos de sofismas, estructuras de control y quimeras insostenibles. El crecimiento económico es una de estas quimeras, vendido como sumo bien hasta el punto de que, si no crecemos, la sociedad va mal o no progresa. Sin embargo, cuando algo crece algo debe decrecer, y está claro que en nuestro tiempo lo único que crece es una masa de materia homogénea que se alimenta de la diversidad orgánica e ideológica del planeta.

El gran engaño emana del poder como forma de control, como gran directriz del bien, y todos sus mandamientos persiguen como único fin la acumulación de más poder económico y político, no reflexiona sobre el destino de la humanidad, ni su avance espiritual, mucho menos sobre las consecuencias perniciosas de sus actos, pues ellos son infalibles desde el supuesto origen simbólico que los acredita. Pues a fin de cuentas, el gran engaño también afecta a quienes lo alimentan.
El crecimiento económico depende del crecimiento demográfico, somos consumidores y cuantos más seamos los que consumimos mayor será el bienestar del capital. Sin embargo, esta reflexión nos lleva a la pregunta ¿Quién tiene que desaparecer para que la especie humana siga creciendo? Es claro que vivimos de la muerte de los organismos de los que nos alimentamos, y estos a su vez ocupan el espacio de la diversidad cuando los cosechamos. ¿Reflexionamos acaso sobre la riqueza genética que ocupaba el espacio que cada día la explosión demográfica devora, para alimentar el apetito depredador del hombre y su culto por la acumulación material?

El gran engaño se basa también en los sofismas de un progreso basado en la tecnología, pues, ¿Quién disfrutará y disfruta realmente de ella? Y ¿Quién se tendrá que sacrificar se por su desarrollo? Como nueva religión y suprema utopía señala derroteros a una humanidad que la asume acrítica e irreflexivamente, y que a su vez es controlada por ella, al hacerse dependiente de las comodidades físicas e intelectuales que de ella emanan. Pero ¿realmente la humanidad desarrolla sus potencialidades esenciales con las muletas del facilismo tecnológico?

El gran engaño nos impulsa a caminar inertes sin preguntas, como zombis de una tenebrosa brujería, que nos hace percibir la elocuencia del espíritu como silencio y el estado de muerte reflexiva como vitalidad. Es el precio que debemos pagar para transitar con paso lento el camino de la seguridad, lejos del dolor de la realidad y sus dilemas, lejos del tiempo en que nos toca vivir. Son otros los que organizan la gran mascarada que nos mantiene seguros, ¿para qué hacer preguntas si los que tienen las respuestas se encargan de marcar los derroteros seguros de las nuevas estéticas? Sin embargo, son títeres de otros títeres y así hasta llegar a un dios castigador inventado por sus intereses, pues el dios creador indiferente a los pecados del hombre, y tan diverso como las culturas y la biosfera ha sido desvirtuado por su inutilidad como concepto de control.

Algunos practican la religión de la perfecta maldad, perversión que anhela la desestructuración total de la complejidad orgánica e ideológica, hacia un mundo llegado a la esencia misma de lo primitivo, limpio, unificado en una geometría del comportamiento, estático, tan simple y lógico como sea posible, y sostenido por una hiperestructura tecnológica utópica que sustentará a una liberada humanidad perfecta. Pero esa utopía sólo la pueden anhelar unos cuantos “intelectuales” privilegiados que se proponen como creadores de la nueva estética, perversos filántropos que, aislados del mundo, confunden sus pequeñas y seguras vidas con la realidad.

Omnipraesentia (2010)

fabianestebanluna