decided to throw a lil pop up set at the top of vail mountain for all the skiers.. almost passed out at 11,000 ft elevation but it was worth it haha

John Summit Pop Up Set at Vail Mountain Colorado

En un mundo no muy lejano, la música había desaparecido. Las canciones, antes presentes en cada rincón de la vida, fueron prohibidas por un líder que creía que el sonido llenaría la mente de las personas con ideas peligrosas. Sin embargo, en un pequeño pueblo escondido entre montañas, un grupo de jóvenes decidió que era hora de recuperar el poder de la música. 
 
Entre ellos, estaba Sofía, una chica curiosa y llena de sueños. Desde pequeña, había oído historias de canciones que unían a las personas y ayudaban a conocer sus sentimientos. Un día, mientras exploraba un viejo almacén, encontró una guitarra polvorienta. El corazón le dio un salto. Con habilidad, empezó a tocar unos acordes simples. La melodía llenó el aire y, al escucharlo, sus amigos se acercaron, intrigados. 
 
“¿Qué es eso?” preguntó Marco, un amigo que siempre había sido escéptico sobre la música. “Es una canción,” respondió Sofía. “No sé de dónde viene, pero creo que deberíamos cantarla juntos.” Al principio, Marco dudó, pero la curiosidad pronto ganó. Empezaron a cada uno inventar palabras, compartiendo lo que sentían: alegría, tristeza, miedo y esperanza. 
 
La noticia sobre la canción se esparció por el pueblo como un fuego en la hierba seca. Cada noche, más y más jóvenes se reunían para cantar y compartir sus historias. La música trajo consigo una nueva forma de conocerse, de abrir sus corazones. Ya no eran solo vecinos; se convirtieron en amigos, en cómplices. Las canciones hablaban de sus sueños perdidos, de su deseo de libertad y de un futuro mejor. 
 
Sin embargo, el líder pronto se enteró de sus reuniones clandestinas. Decidió que la música era una amenaza y envió a sus soldados para silenciar a los jóvenes. La noche en que llegaron, el pueblo estaba preparado. Sofía y sus amigos decidieron cantar con más fuerza. Crearon una hermosa canción que resonó en los corazones de todos. 
 
El líder, al escuchar la música, sintió algo que no había sentido en años. La melodía lo atravesó, y por un momento, dudó del poder que había ejercido. El pueblo siguió cantando, y en ese instante, la música se convirtió en su arma. Aunque la batalla fue dura, el cante y la unión entre ellos trajo un rayo de esperanza. 
 
Al final, no solo defendieron su derecho a existir, sino que también aprendieron que conocerse a través de las canciones era el camino hacia la libertad. La música no solo les había dado fuerza, sino también la capacidad de sanar sus almas y soñar.

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