En la danza sutil de las notas
despierta un pulso con dirección,
como lágrima antigua que flota
entre sombras, con fe y ascensión.

Es un susurro que nace del viento,
una voz que irradia emoción,
es relámpago, fuego, argumento,
es refugio, locura y canción.

Cuando suena, se abren los cielos,
se descosen los muros del ser,
y las penas se tornan en vuelos 
que no tienen ni miedo ni ayer.

Como respirar arte por los oídos,
despertando universos dormidos,
una chispa que prende el abismo
y al vacío lo vuelve sentido.

Surge entonces en un faro invisible
heridas talladas en pasión,
una línea entre el silencio y lo posible,
una ruta marcada en canción.

Y aunque nadie lo vea en el mapa,
es un viaje que empieza a partir,
en los márgenes donde el alma escapa,
cuya barrera deja de existir.

Porque el arte no pide norma, 
sólo pide sentir… y quizás, 
que en su abrazo sin rostro ni forma 
nos volvamos verdad sin disfraz.

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