Ese amor intenso
que te tuve un día,
al pasar el tiempo
desaparecía,
cambió su alegría
por rabia y dolor,
por cruel y fría
desesperación.

Ese amor intenso
hecho de poesía,
de pasión y celos,
de melancolías,
murió aquel día
en tu habitación
cuando tú le hacías
a otro, el amor.

Cuando le querías,
cuando le besabas,
y te poseía,
y te derramaba,
cuando tú gemías
loca de pasión
y en su cuerpo hacías,
y en su cuerpo hacías
desnuda, el amor.

Ese amor intenso
hecho de poesía,
de pasión y celos,
de melancolías,
murió aquel día
en tu habitación
cuando tú le hacías
a otro, el amor.

Cuando le querías,
cuando le besabas,
y te poseía,
y te derramaba,
cuando tú gemías
loca de pasión
y en su cuerpo hacías,
y en su cuerpo hacías
desnuda, el amor.

Cuando le querías,
cuando le besabas,
y te poseía,
y te derramaba,
cuando tú gemías
loca de pasión
y en su cuerpo hacías,
y en su cuerpo hacías
desnuda, el amor

Ese amor intenso

Cuando la tarde
va declinando,
llega la noche
no sabes cuándo...
una mirada
me dice que es
ese momento
que yo esperé.

Cuando el vestido
cae levitando,
toda la ropa
se va volando
y entre mis brazos
bella y desnuda,
te das entera
sin una duda.

Cuando me corro
grito tu nombre,
cuando te corres
gritas el mío,
y en ese instante
el mundo para
y nada es todo
y todo es nada...

y en ese instante
el mundo para
y nada es todo
y todo es nada.

Vuelve la calma
tras la tormenta,
me das la espalda,
te das la vuelta,
pero enseguida
buscas mis brazos
porque encendida
quieres más tangos.

Cuando me corro
grito tu nombre,
cuando te corres
gritas el mío,
y en ese instante
el mundo para
y nada es todo
y todo es nada...

y en ese instante
el mundo para
y nada es todo
y todo es nada.

Cuando me corro
grito tu nombre,
cuando te corres
gritas el mío,
y en ese instante
el mundo para
y nada es todo
y todo es nada...

y en ese instante
el mundo para
y nada es todo
y todo es nada...

y en ese instante
el mundo para
y nada es todo
y todo es nada

El mundo para

Te nombro en los versos que el invierno escribe,
Rosa de los sueños marchitos, sin vida,
lluvia de las almas que tu risa prohíbe,
huracán que arrasa, pasión escondida.

Fuiste jardín de duda consentida,
boca de miel que destiló veneno,
ángel de sombras que en mi pecho anida,
espejismo de amor que no fue eterno.

Cada espina tuya fue frágil leyenda
de las cicatrices que el tiempo amordaza,
daga de la ausencia que en la noche tiembla,
canción inconclusa que el eco no abraza.

Hoy entre cenizas de sueños que ardían
reconstruyo el alma que tu fuego mata.
Rosa del invierno, mito que desata
la pasión secreta de melancolía.

Te nombro en los versos que el invierno escribe,
Rosa de los sueños marchitos, sin vida,
lluvia de las almas que tu risa prohíbe,
huracán que arrasa, pasión escondida.

Cada espina tuya fue frágil leyenda
de las cicatrices que el tiempo amordaza,
daga de la ausencia que en la noche tiembla,
canción inconclusa que el eco no abraza.

Hoy entre cenizas de sueños que ardían
reconstruyo el alma que tu fuego mata.
Rosa del invierno, mito que desata
la pasión secreta de melancolía

Letra y  música: J. De Lucas
Voz: F. Beltrán

Rosa de Invierno

Si estuvieras conmigo
te miraría
a esos ojos cautivos
de lejanía,
si estuvieras conmigo
te pediría
que me hicieras en vivo
que me hicieras en vivo
tus fantasías.

Y escalar a la cumbre
del Everest,
más allá de las nubes
donde habita el placer,
descargarte la lumbre
que tú apeteces
en tu boca tan dulce
una y cien veces.

Si estuvieras conmigo
te besaría
esos labios mendigos
de fantasías,
de tu boca a tu ombligo
me bajaría
y en tu sexo cautivo
y en tu sexo cautivo
me detendría.

Y escalar a la cumbre
del Everest
más allá de las nubes
donde habita el placer,
descargarte la lumbre
que tú apeteces
en tu boca tan dulce
una y cien veces.

Y escalar a la cumbre
del Everest
más allá de las nubes
donde habita el placer,
descargarte la lumbre
que tú apeteces
en tu boca tan dulce
una y mil veces...
una y mil veces...
una y mil veces.

Everest

Sobre un tierno suspiro, disparate 
emergiendo al cobijo del acaso, 
sembramos la semilla del fracaso 
en medio de un florido escaparate. 

Y en ti, con la premura de tu paso, 
y en mí, sin la esperanza del rescate, 
creció la circunstancia del empate 
en gotas que colmaban cada vaso. 

Seguro que aún alienta en tu mirada 
promesas y ambiciones de escapada, 
valor y calidad que no te encuentro; 

si perdemos la brújula y el centro, 
es absurdo quedarse con la nada 
por querer resolverlo desde dentro

Semilla de fracaso

De las calles vacías 
me dejaste la imagen 
y ese dolor suave 
de la melancolía... 
de las calles vacías 
amenazando lluvia, 
con olor a esperanza, 
a sentimiento y culpa. 

Se despertaron, lentos, 
los duendes del pasado, 
y al oído me hablaron 
de otro lejano tiempo; 
la lluvia fue trayendo 
recuerdos y ambiciones 
que se fueron haciendo 
de tanto pedir, pobres. 

Y me inspiraron todos 
los tramos del camino, 
unos pocos contigo 
y casi siempre solo; 
te dibujé en el roto 
papel de mi esperanza, 
como una flor que aún tiene 
su lozanía intacta. 

Y luego caminaba 
bajo la lenta lluvia, 
en una ciudad rara, 
abandonada y turbia... 
tú estabas en la abulia 
ritual, de tantos días, 
en el dolor suave 
de las calles vacías.

La ausencia paseaba 
su sombra por mi vida, 
la ausencia donde ibas 
a resguardarte el alma... 
yo, como siempre, estaba 
pensándote un poema 
entre ruido y silencio, 
entre batalla y tregua. 

Y me inspiró ese cielo 
abarrotado en grises, 
ese viento que dice 
que regresas del tiempo, 
ese pájaro tierno 
que se resguarda, cauto, 
de esta lluvia de Invierno, 
de soledad y barro. 

Y me inspiraron todos 
los tramos del camino, 
unos pocos contigo 
y casi siempre solo; 
te dibujé en el roto 
papel de mi esperanza, 
como una flor que aún tiene 
su lozanía intacta. 

Y luego caminaba 
bajo la lenta lluvia, 
en una ciudad rara, 
abandonada y turbia... 
tú estabas en la abulia 
ritual, de tantos días, 
en el dolor suave 
de las calles vacías

(Letra y música: J. De Lucas
Voz: F. Hernández)

De las calles vacías

Nos vimos bajo la llovizna,  
en el rincón del viejo bar,  
tus ojos eran la ceniza  
de un fuego que no quiso durar.  
La taza humeaba en la mesa,  
silencio frío entre los dos,  
la despedida era certeza,  
latía un duelo en la voz.  
El tiempo, cómplice callado,  
nos vio querernos sin temor,  
hoy es testigo resignado  
del lento adiós con el rencor.  
Las manos tiemblan al rozarse,  
y el eco amargo del ayer  
parece aún querer quedarse  
en este último café.  

Nos vimos bajo la llovizna,  
en el rincón del viejo bar,  
tus ojos eran la ceniza  
de un fuego que no quiso durar.

El tiempo, cómplice callado,  
nos vio querernos sin temor,  
hoy es testigo resignado  
del lento adiós con el rencor.  
Las manos tiemblan al rozarse,  
y el eco amargo del ayer  
parece aún querer quedarse  
en este último café. 

Las manos tiemblan al rozarse,  
y el eco amargo del ayer  
parece aún querer quedarse  
en este último café

(Letra y música: J. De Lucas)
(Voz: A. Bernal)

El último café

Ella ríe suave,
un filo oculto,
sus palabras cortan,
tras cualquier insulto.  
Él se alza débil
frágil como junco,
ella lo envenena,
con placer oculto.  

“Eres poco,” dice,
con su voz de hielo,
él se encoge triste
en cada anhelo .  
Sus ojos queman,
él baja la vista,
como perro herido,
sin fuerza, sin lucha.  

Ella avanza lenta,
la reina de espinas,
cada paso, un clavo,
que en su pecho arruina.  
Él suplica, inerte,
con la voz quebrada,
ella ríe fuerte,
y le pisa el alma.  

Al final se aleja,
hombre destrozado,
ella se ha marchado
y tan solo deja
su huella en el fango  
“Eres poco,” dice,
con su voz de hielo,
él se encoge triste
en cada anhelo.  

Sus ojos queman,
él baja la vista,
como perro herido,
sin fuerza, sin lucha. 
Al final se aleja,
hombre destrozado,
ella se ha marchado
y tan solo deja
su huella en el fango  

(Música y letra: J. De Lucas)
(Voz: A. Bernal)

Su huella en el fango

Ella llega como viento frío,
mirada de hielo y voz de acero,
sus palabras cortan como cuchillos,
y él, sin fuerzas, se hunde en su veneno.
"¿Qué eres?", le susurra,
su risa lo desgarra.
Cada gesto es una burla,
cada silencio, una daga.

Ella lo mira,
y él ya no siente.
Destruyó su alma,
masacró su mente.
Y cuando se aleja,
el hombre no es más que un eco,
un reflejo roto en su ausencia,
un hombre destruido 
sin clemencia.

En sus ojos, solo hay desprecio,
su piel lo rechaza.
Él, que antes era hombre,
ahora es sombra de la nada.
"¿Qué eres?", le susurra,
su risa lo desgarra.
Cada gesto es una burla,
cada silencio, una daga.

Ella lo mira,
y él ya no siente.
Destruyó su alma,
masacró su mente.
Y cuando se aleja,
el hombre no es más que un eco,
un reflejo roto en su ausencia,
un hombre destruido 
sin clemencia

(Letra y música: J. De Lucas)
(Voz: P. Agromayor)

Mirada de hielo

No  tienen culpa tus labios
si buscaron otro fuego
cuando mis manos, inertes,
no encendieron tu invierno.

Perdono tus noches largas
huellas en otros cristales,
eco de risas prestadas,
piel que no supe calmar.
Fue mi cuerpo, no tu alma,
el que rompió el juramento;
fue el silencio de mi carne
el que abrió tus adulterios.

No  tienen culpa tus labios
si buscaron otro fuego
cuando mis manos, inertes,
no encendieron tu invierno.
Perdón te pide mi ausencia,
la sombra que fui en tu lecho,
y hoy, con el pecho abierto,
solo te pido clemencia.

El amor que no sé darte
volará en otras alas,
yo sigo aquí mientras bailas
en los brazos de otro amante.

No  tienen culpa tus labios
si buscaron otro fuego
cuando mis manos, inertes,
no encendieron tu invierno.
Perdón te pide mi ausencia,
la sombra que fui en tu lecho,
y hoy, con el pecho abierto,
solo te pido clemencia.

El amor que no sé darte
volará en otras alas,
yo sigo aquí mientras bailas
en los brazos de otro amante.

El amor que no sé darte
volará en otras alas,
yo sigo aquí mientras bailas
en los brazos de otro amante

Huellas en otros cristales

LAS CANCIONES DE JAVIER

Algunas canciones que escribí y compuse a principios de los setenta, y que canté yo mismo o con amigos de entonces. Grabé algunas en una vieja grabadora portátil de cassette y en los lugares más insospechados. En el fondo de un cajón han aparecido algunas cintas, deterioradas por el maldito tiempo que tiene la costumbre de arrasarlo todo. La calidad es pésima, tanto la voz como la guitarra, pero al volver a escucharlas despiertan en mí sentimientos inolvidables. Ese es su único mérito.

Algunas de estas canciones, tal vez las más agradecidas, están limpiadas de ruido, remasterizadas y arregladas, aunque conservan la voz original. De esta forma son más agradables de escuchar, pero a costa de perder el encanto asilvestrado de los viejos tiempos

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